De las aventuras en la India

domingo, noviembre 06, 2005

Sobre el Ramadán

Llegué aquí el día catorce de Octubre, y pasé casi todo el fin de semana en casa sin siquiera asomar la nariz fuera del cuarto. El clima estaba un poco frío, y yo estaba aún recuperándome del cambio de zona horaria. Además, a partir del día quince, empecé a ayunar con Rasheed. No me fue nada difícil al principio. Como aún me estaba acostumbrando al horario, pues no tuve problema alguno con levantarme a las tres de la mañana para cocinar y comer antes del amanecer. Luego dormía casi todo el dia, y me levantaba a las cuatro o cinco de la tarde cuando ya era hora de romper el ayuno. Luego empecé a trabajar, pero la primera semana estuve viniendo a trabajar en el turno de día, por aquello del entrenamiento, así que nuevamente, no había problema porque llegaba de trabajar y me dormía hasta las tres de la mañana y luego después de comer, me dormía aún otro par de horas hasta que tuviera que arreglarme para venir a trabajar.
El problema empezó cuando mi turno cambio al de noche. Estaba saliendo de la oficina casi a las cinco de la mañana, y ya no tenía tiempo de llegar y cocinar, así que Rasheed tenía que comprar comida en un restaurante cerca de su oficina para tener algo rápido que comer a esas horas: lo único que teníamos que hacer era calentar la comida. Eso fue por algunos días, pero aún así no estábamos ayunando cómo se debe porque terminábamos ya pasado el amanecer. ¡Qué se le va a hacer!
El Ramadán terminó el día 4 de Noviembre, según los calendarios indios, así que nos lanzamos a Thanjavur para celebrar con la familia de Rasheed. El día estuvo bien tranquilo: solo la familia, una comida especial, sin muchos dulces porque estaban de luto por la muerte de la abuela hacía un poco menos de un mes, y ropa especial para la ocasión, aunque no hubiera lo que yo llamo una verdadera celebración, pero bueno. Rasheed y su papá fueron a la mezquita como a eso de las nueve de la mañana con sus ropas nuevas, pero se las quitaron cuando regresaron a casa y anduvieron cómodos el resto del día. Nos pasamos el día platicando con Siti, mi cuñada, aún cuando los papás regresaron de casa de una de las tías con dos de sus primos: la prima se la pasó platicando con mi suegra, y el primo, solo de dirigió a Rasheed para pedirle que le prendiera la televisión para ver una película en tamil.
Al día siguiente, fuimos a Trichy con mi cuñada y mi suegro porque Siti tenía que arreglar algunos asuntos relacionados con su viaje de regreso a Brunei, donde trabaja como maestra de inglés en un colegio privado: el mismo colegio privado donde ella y Rasheed estudiaron, y donde mi suegro enseñó matemáticas y física por 35 años. Ese mismo día, emprendimos desde Trichy el camino de regreso a Bangalore.